Un destino turístico será competitivo siempre y cuando se mejoren las condiciones de vida de los lugareños y se preserven los recursos naturales y socio-culturales del emplazamiento, al aumentar los visitantes y el gasto turístico.
En el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente (PUNMA) de la OMT se proponen en el año 2006 una serie de planteamientos para enfocar las políticas hacia la sostenibilidad en el turismo. Entre ellos, se debería concebir el turismo como una actividad humana de más que se realiza en la zona para así poder controlar su incidencia e interrelación con el resto de sectores; lograr el compromiso con la iniciativa por parte de la sociedad en diferentes niveles; tener en cuenta la incidencia a nivel micro y macro de las actividades propuestas, a la vez que se trata de compensar esas incidencias en los costes de las mismas y tratar en la medida de lo posible de promocionar el consumo sostenible.
Siempre se tiene que tratar de reflejar al máximo la incidencia que tienen las actividades para reducir el riesgo en el medio natural (incluyendo todas las externalidades que se puedan considerar deribadas de la misma actividad) para tomar medidas y tratar de considerar alternativas con menor impacto; además de respetar los límites de capacidad de la actividad respecto a los pilares de la sostenibilidad.
Todas las actividades deben continuar con un examen retrospectivo para actualizarse a las nuevas corrientes o condiciones y ser aún más sostenibles.
Esa visión del desarrollo de una actividad turística competitivamente sostenible, presentaría una serie de ventajas mencionadas por Casanovas “desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, para la industria, para el turista y para la población local”:
El turista evitaría el turismo masivo y se beneficiaría de experiencias diferentes y enriquecedoras a diferentes niveles.
Ese tipo de desarrollo sostenible valora económica y socialmente el espacio natural y socio-cultural donde se desarrolla la actividad. De esta forma respeta los recursos, cultura y sociedad de la zona.
Para las empresas turisticas, el beneficio se obtiene mediante la mejora de imagen pública, ya que mediante la oferta de productos o servicios que respetan el medioambiente y a la vez representan calidad, muchos de los denominados “consumidores responsables” actuales apoyarán la marca e incluso la promocionarán.
Paralelamente a estas dos últimas premisas, la población se beneficiaría de un aumento del empleo en la zona así como, consecuentemente, de los ingresos y de la calidad de vida, siempre que se haga con moderación y racionalidad.
En resumidas cuentas, se propone que todos los destinos turísticos tienen que tratar de ser sostenibles en los diferentes vertices de la sostenibilidad, no solo el medioambiental, para desarrollar y conservar una verdadera competitividad.
Cuando hacemos referencia a la capacidad de carga adaptativa, nos referimos al concepto que busca someter la capacidad de carga turística de los enclaves a una continua revisión y a un enfoque experimental para no limitarla y que tampoco afecte a la competitividad del lugar.
En el caso del Park Güell, hace unos años desde que empezó a regularse la entrada al recinto mediante la técnica de gestión de visitantes y es considerada una política positiva por diversos factores.
El hecho de hacer pagar al turista a la vez que se pueden mantener los privilegios de los locales y europeos, fue una opción correcta, ya que de esta forma, se recauda lo suficiente para la preservación del lugar y no se oprime al local por los impactos del turísmo. Además, ha tenido una consecuencia positiva en el sector social, puesto que anteriormente muchos colegios cercanos habían dejado de acudir al parque por la aglomeración de turistas, y ahora vuelven a retomar esa costumbre.
Sin embargo, por el momendo, no se trata de un lugar con capacidad de carga adaptativa hasta que no se sigan estudiando las diferentes probabilidades para optimizar las ganancias por atracción turística según la cantidad de visitas.
Por ejemplo, durante los meses de verano, los colegios están cerrados, con lo cual hay una cantidad menor de tráfico ,se podría ampliar ligeramente la capacidad de carga horaria, coincidiendo con la temporada alta, aumentando así el gasto turístico y también satisfaciendo las necesidades de los operadores turísticos que reclaman más flexibilidad.
La capacidad de carga, de una forma más extensa puede hacer referencia a seis dimensiones que son la ecológica, la física, la económica, la social, la experiencial y la política. Hay diversos factores que determinan la capacidad de carga adaptativa:
Por ejemplo, en cuanto al ámbito ecológico y físico, según las condiciones ambientales, y haciendo referencia al caso de Adeje –como espacio frágil y que pueda ser frecuentado por su atractivo– mencionado con anterioridad, podríamos ejemplificar con las tortugas marinas. Se espera que las tortugas que nacen en el lugar vuelvan más tarde a poner huevos; por lo tanto, la capacidad de carga de esa costa se tendrá que adaptar a los periodos de puesta de huevos con la intención de no alterar el ecosistema.
La dimensión económica –y en parte también la política– se podría ejemplificar con el Plan de Usos de Ciutat Vella en Barcelona, donde se han limitado las licencias de apartamentos turísticos. Con unas buenas políticas de gestión y control, no sería necesario limitarlos tan estrictamente y estos establecimientos podrían tener licencias por temporadas, según la cantidad de turismo que absorba la ciudad de Barcelona. Paralelamente se fomentaría una repartición del beneficio a nivel local, en el caso de preferenciar aquellos apartamentos que sean de propiedad local y no de capital extranjero.
En referencia al dimesión social, en ciudades históricas como Venecia, saturadas de turismo se podría utilizar un tipo de capacidad de carga basada en horarios y en prioridad de uso –turista o local– según laborables o festivos, para elementos como los vaporetti –criticados por su común abarrotamiento de turistas– mejorando la calidad de vida de los residentes que utilizan este medio de transporte para ir a trabajar.
Siguiendo con el ámbito experiencial, los destinos maduros podrían diferenciarse y desarrollarse como destinos turísticos inteligentes (DTI) apostando por el desarrollo teconológico, adaptando sus infraestructuras mediante el whole place development y mejorando así la experiencia de uso por parte de los residentes y de los visitantes.
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